Podemos definir el Sahel como una zona geográfica del continente africano. A primera vista lo más conocido es su clima árido, un intermedio entre el clima desierto y tropical. Además, es una zona muy rica en recursos naturales. Sin embargo, los estados sahelianos son inestables, están económicamente deprimidos y faltan de instituciones fuertes y capaces de garantizar la seguridad.
Cuando nos referimos al Sahel podemos hacerlo desde el punto de vista geográfico o desde el punto de vista político.
El «Sahel geográfico» es la zona que separa la Sabana subsahariana y el desierto del Sahara. Es una área muy extensa, desde el Atlántico hasta el Cuerno de África, que incluye Mauritania, Senegal, Mali, Burkina Faso, Niger, Chad, Sudan, Eritrea y Etiopía. Algunos expertos también consideran una franja de Libia y Algeria como parte de este.
Dada la extensión hay muchas diferencias climáticas, geográficas, de biodiversidad, políticas y sociales, que en conjunto facilitan una situación de inestabilidad que año tras año se encrudece amenazando la fragilidad y la estabilidad de las zonas contiguas.
Podríamos decir que hay dos retos principales: el terrorismo y la desertificación. Hablaremos del primero un poco más adelante y ahora nos centraremos en apuntar que las condiciones meteorológicas facilitan la erosión, las tormentas de arena y la desforestación, convirtiendo la subsistencia en un desafío en una zona con una economía preponderantemente primaria.
Aunque el área tiene diferentes recursos muy demandados como el oro, el uranio, el mármol, el petróleo o los diamantes, estos no impactan realmente en la economía pues los locales no tienen la capacidad de explotarlo.
El «Sahel político» es una unión de países con fines geopolíticos y militares denominada G5 Sahel. Está formada por Burkina Faso, el Chad, Mali, Mauritania y Níger, cuyo denominador común es una espiral de violencia yihadista e interétnica que se cobra año tras año miles de muertes. Para hacer frente a la espiral de violencia encontramos numerosas misiones internacionales. Por un lado, la misión de estabilización de Naciones Unidas (MINUSMA) que es considerada la más peligrosa de la historia de los cascos azules. Por el otro, las misiones de capacitación y formación de la Unión Europea (EUCAP y EUTM) y los destacamentos de sus Estados miembros.
¿Por qué es importante?
El Sahel es importante en las relaciones internacionales porque hay multitud de agentes transnacionales y criminales operando y poniendo en riesgo la seguridad global. Estos se aprovechan de las vulnerabilidades sistémicas de los estados (condiciones socioeconómicas complicadas, corrupción generalizada, fronteras permeables y una falta de gobiernos con un control real del territorio) convirtiendo la región en un espacio perfecto para la proliferación de actividad criminal y yihadista. Hay multitud de grupos actuando bajo las banderas de Al-Qaeda y el Estado Islámico, además de otros de independientes. Por estos motivos la población sufre y la economía se resiente mientras la estabilidad se transforma en utopía.
Me gustaría terminar con una buena noticia: el proceso de democratización del Oeste Africano va más rápido que en otras regiones y la proximidad con las fronteras europeas ha forzado la cooperación y el dialogo continuo para gestionar retos comunes. Es por ello que es fundamental el fomento del conocimiento de la región, hacer llegar a la opinión pública la situación y que más intelectuales puedan dedicarse al estudio de una temática fundamental, no solo para África sino también para Europa y la seguridad global.