Desde África para África: La Gran Muralla Verde

Primer premio del Concurso de Artículos «El Cambio Climático en África» (2020), impulsado por Puerta de África con la colaboración de Casa África. Publicado originalmente en el Blog África Vive. Carina García y Elena Serra

Gran Muralla Verde de África / THE GREAT GREEN WALL

La Unión Africana lidera una iniciativa ambiciosa ante la amenaza de la desertificación en la zona del Sahel.

La preocupación por el proceso de desertificación ha sido contemplada en diversas ocasiones por los líderes africanos durante las últimas décadas. La Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (UNCCD) define este proceso como la “degradación de las tierras de zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas resultante de diversos factores, tales como las variaciones climáticas y las actividades humanas”. Las problemáticas que esta situación implica son varias, desde la esterilidad del suelo hasta el aumento de las temperaturas, pasando por el incremento de las inclemencias climáticas y sus consecuentes hambrunas.

Ante tan compleja problemática, diversos proyectos han aparecido para intentar paliar el avance de la desertificación. En Kenia, la Premio Nobel Wangari Maathai impulsó en 1977 The Green Belt Movement. A principios de los años 80, el burkinabé Yacouba Sawadogo volvió a su pueblo natal con la misión de cultivar la tierra estéril y volverla fértil mediante el uso del zaï, una técnica de cultivo tradicional de la región. Décadas más tarde, en 2007 se ponía nombre y objetivos a la Gran Muralla Verde (GMV). Nacida en África y liderada por los países africanos, la GMV parte de la ambición de “hacer crecer una maravilla natural del mundo de 8.000 km a lo ancho de África” en la zona del Sahel que sirva como muro de contención al aumento del desierto del Sahara, que en los últimos cien años ha crecido un 10%.

Más que cualquier otro lugar de la Tierra, el Sahel es víctima del cambio climático: según la ONU, el aumento de temperatura en la región está siendo 1,5 veces más rápido que el promedio mundial. En todo el Sahel, el 80% de la tierra se considera degradada, es decir, ha perdido su productividad biológica o económica.

Las causas son múltiples, pero si tenemos en cuenta el calentamiento global y la sistemática sobreexplotación de la tierra durante las últimas décadas podemos llegar a entender cómo donde hace unos años crecía el verde, ahora hay cada vez más hambrunas. Desde la década de 1970, periodos de extrema sequía han afectado esta región conocida como el “cinturón del hambre”. Los expertos ya no hablan de hambrunas por falta de lluvias, sino de “crisis alimentaria estructural y omnipresente”.

A ello se suman las predicciones de las Naciones Unidas, que apuntan que la población del Sahel se triplicará, pasando de los 75 millones actuales a casi 200 millones en 2050. Estos millones de personas, de los cuales entre el 60 y el 70% son menores de 25 años, se enfrentan a un futuro incierto debido a la pérdida de medios de vida y a la práctica inexistencia de empleo.

Estas perspectivas económicas, que según cálculos de las Naciones Unidas podrían forzar a emigrar a unos 60 millones de personas en los próximos 5 años, son “un terreno de reclutamiento fértil para grupos terroristas que atraen a personas no solo desilusionadas, sino desesperadas” –explica Ibrahim Thiaw, secretario ejecutivo de la Convención de la ONU para Combatir la Desertificación (UNCCD), que supervisa la Gran Muralla Verde. Bajo esta mirada, el cambio climático y la desertificación en el Sahel no son únicamente un desastre medioambiental.

La Gran Muralla Verde promete solucionar muchas de las amenazas urgentes que enfrenta el continente africano: el cambio climático, la sequía, el hambre, los conflictos, la falta de empleo y la migración. La Unión Africana y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) se refieren a la Gran Muralla Verde como “la iniciativa emblemática de África para combatir la degradación de la tierra, la desertificación y la sequía”. Según sus impulsores, la iniciativa apoya 15 de los 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas.

Muchos han criticado el proyecto de la GMV por ser poco realista. La consecución del proyecto se asoció a la Agenda 2030 de las Naciones Unidas, lo que implicaba un ritmo de regeneración de 5 millones de hectáreas anuales. Ante esta realidad, la Unión Africana propuso una fecha menos ambiciosa, que es la que marca la Agenda 2063.

Por su parte, los ecólogos criticaron la falta de rigor científico. Reivindicaron que la “solución no era “plantar árboles”, como principalmente planteaba el proyecto, sino que debía optarse por la regeneración natural de la tierra e identificar la flora de cada zona para protegerla”. También se criticó la GMV por falta de una visión práctica. Según Naciones Unidas, a día de hoy, la iniciativa solo ha alcanzado el 15% de sus objetivos. Esto se debe, en parte, a que muchos de estos árboles se plantaron en zonas deshabitadas, por lo que resultó difícil mantener vivas las zonas restauradas.

La idea de la GMV ha ido evolucionando para volverse más sostenible otorgando, por ejemplo, más protagonismo a las técnicas indígenas de uso de la tierra. Según el especialista ambiental de la Global Environment Facility, Mohamed Bakarr, la GMV “ya no es necesariamente un muro físico, sino más bien un mosaico de prácticas de uso de la tierra”. La visión de la Gran Muralla Verde ha cambiado y físicamente dejará de ser una línea verde al borde del desierto.

Proyectos como la Gran Muralla Verde tienen el potencial de actuar sobre distintas problemáticas, frenando la pérdida de biodiversidad y reforzando las capacidades de las poblaciones del Sahel. Las revisiones y mejoras implementadas demuestran flexibilidad por parte de los gobiernos y una verdadera intención de conseguir un impacto positivo tanto a nivel climático y de paisaje como para la población y la recuperación de territorios y prácticas autóctonas.

A pesar de la dificultad de cumplir los ambiciosos objetivos del proyecto a tiempo, la GMV  ha conseguido aglutinar “a gobiernos y comunidades en un compromiso común para luchar contra la desertificación y avanzar en la lucha contra la pobreza.” La Unión Africana, que sigue liderando el proyecto, tendrá que tener en cuenta los aprendizajes de la GMV, que serán valiosos para futuros proyectos de restauración del potencial biológico y económico de la tierra en el continente.


Bibliografía

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