A finales de 2020 se alcanzó un acuerdo para normalizar las relaciones entre Israel y Marruecos. Antes de la su independencia en 1956, Marruecos era el país del mundo árabe con mayor presencia de población judía. Actualmente 40% de la ciudadanía marroquí desconoce el legado del judaísmo en su país, y su visión de Israel se limita al enfrentamiento con Palestina. La normalización de relaciones traerá grandes ventajas económicas para la población del reino alauí, dedicada en su mayoría a la explotación agrícola, ámbito en el que Israel es considerada una potencia global.

Desde el estallido de la Revolución libia en 2011, el país ha vivido en una situación de agitación causada por la coexistencia de diferentes actores con perspectivas de futuro contrastantes. En los últimos años han sido numerosos los esfuerzos diplomáticos que han intentado poner fin a la problemática del país. Sin embargo, ninguno ha tenido una influencia tan decisiva como la que se obtuvo el pasado 23 de octubre con la firma del alto el fuego permanente mediado por la ONU. Este acuerdo debería fortalecer el plan de paz propuesto por la Misión de Apoyo de las Naciones Unidas (UNSMIL) y alentar la adopción del embargo de armas adoptado por el Consejo de Seguridad.

El presente ensayo reflexiona acerca de la narrativa mediática respecto a la región norteafricana, en especial tras las revueltas de la Primavera Árabe. Su principal hipótesis es que la actual narrativa de Túnez en España respecto al éxito de estas revueltas no permite apreciar los avances que ha hecho el país en materia democrática y por lo tanto, es una visión inherentemente pesimista cara al futuro.