Deutsch-Südwestafrika
El Imperio alemán se componía de varias colonias a lo largo del globo, una de ellas era la Deutsch-Südwestafrika -o German South West Africa (GSWA)- conocida actualmente como Namibia. Dicha colonia era de especial interés por las minas de materiales preciosos, especialmente los diamantes, hecho que facilitó el establecimiento de importantes poblaciones de colonos alemanes en la zona.
Distintas naciones indígenas habitaban y siguen habitando actualmente el territorio, entre ellas, la nación herero. Antes del genocidio, la nación herero constaba de cerca de 80.000 individuos ubicados en la parte central de la actual Namibia, entre la capital Windhoek i las minas de diamantes del norte. No obstante, la presión de ejercida por los colonos conllevó dos grandes consecuencias: la primera, un régimen de discriminación legal para los nativos, hecho que daba pie a la segunda consecuencia, la expropiación de tierras por parte de los alemanes para poder construir granjas de grandes extensiones, debido a la aridez de la zona.
En consecuencia, la nación herero sufrió durante años la discriminación y el expolio. Fueron obligados a ver como su hogar era ocupado y saqueado, como por el lucro de los colonos su población era obligada a abandonar sus tierras sin compensación alguna. Sin ninguna otra opción para ellos, tras años de marginación económica y social, el 1904, la nación herero se levantó en armas contra sus invasores. En palabras del historiador Horst Dreschler: “fue el expolio sistemático y la falta de derechos de la nación herero el motivo del levantamiento. Los herero ya no podían ni querían vivir en semejantes condiciones.” Es decir, la pregunta no es por qué se alzaron en armas, sino por qué tardaron tanto.
La campaña militar y el inicio del genocidio
Llegados a este punto, uno podría pensar que la respuesta militar del ejército imperial alemán era consecuente con el levantamiento herero y que, por ello, su entrada en el conflicto era una reacción y una respuesta. No obstante, las tropas alemanas, así como los colonos, utilizaron una violencia desmedida y sin cuartel para nada proporcional para con los herero. Para empezar, la comunidad herero tenían un material bélico mucho inferior al alemán, por ende, su capacidad de fuego era mucho menor, así como la capacidad de destrucción. Además, Samuel Maharero, el caudillo de los hereros, proclamó una orden por la cual la revuelta no podía dañar a ingleses, Boers, Bastards, Berg-Damaras, Namas y misioneros. En el mismo sentido, Daniel Kariko, otro miembro de la nación herero, afirmó en su momento que los líderes herero acordaron hacer la guerra de una manera humana, atacando solamente a aquellos alemanes que fueran soldados o fuesen a ser enrolados en el servicio, protegiendo así las vidas de mujeres y niños alemanes.
Sin embargo, y como se ha dicho anteriormente, la respuesta alemana no fue proporcional con los actos bélicos cometidos por la comunidad herero. La primera acción alemana fue, por orden del mismo Kaiser Guillermo II, la de sustituir al gobernador civil de la colonia Theodor Leutwein, por su propio candidato: el teniente-general Lothar von Trotha. El objetivo de dicho cambio era sencillo: acabar con la mayor brevedad y de una manera fulminante con el alzamiento de la nación herero.
Para lograr dicho objetivo, von Trotha planeó una batalla en el enclave de Waterberg. Las tropas alemanas debían rodear a los herero, pero dejando una salida para el enemigo en dirección al desierto del Khalahari. Sin embargo, en el diario personal de von Trotha se dice que su plan era rodearlos en Waterberg y aniquilarlos con el fuego alemán; después, establecer puntos de control para dar caza y desarmar a los que escapasen, y poner precio a las cabezas de los caudillos herero para capturarlos y sentenciarlos a muerte.
La batalla se produjo el 11 de agosto. Las tropas alemanas se impusieron con facilidad a la nación herero, que se vio forzada a retirarse en dirección al desierto del Khalahari. Pero la derrota y huida de los hereros no fue suficiente recompensa para que el Imperio alemán tratase de iniciar conversaciones de paz. Todo lo contrario. El dos de octubre de 1904 es el día de la infamia para la nación herero. Ese día, el teniente-general von Trotha signó la Vernichtungsbefehl, es decir, la orden de exterminación. La Vernichtungsbefehl era una sentencia de muerte en la que von Trotha ordenaba que, “dentro de las fronteras alemanas, todos los herero, con o sin armas, con o sin ganado, serán fusilados. Ya no aceptaré mujeres y niños, los llevaré de regreso a su gente o dejaré que les disparen.”
Durante los meses siguientes, las tropas alemanas hostigaron y persiguieron a los herero, ocuparon los pozos de agua entre Grootfontein y Gobabis y también los envenenaron. De esta forma, obligaron a los herero que habían huido hacia el desierto a morir de sed o bebiendo agua envenenada.
Fin de las hostilidades. Muerte en los campos
A inicios de 1905, tras meses de conflicto armado, el Parlamento del Imperio alemán decidió finalizar con la campaña militar. Ya no habría más disparos, pero no por ello menos muertos. Los miembros de la nación herero pasaron de ser cazados o forzados a morir en el desierto, a ser capturados y llevados a campos de concentración. Buena parte de estos trabajadores forzados eran mujeres y niños, pues muchos hombres eran ya los que habían perecido durante la guerra. Según documentos oficiales, en 1905 había 10.632 mujeres y niños, mientras que los hombres ascendían a 4.173. Las condiciones bajo las que vivían eran inhumanas, especialmente para mujeres y niños. El trato que recibieron fue el de prisioneros de guerra, cuando no existían entonces -ni ahora- evidencias que tomaran parte activa durante el conflicto armado. Ello permitía al Imperio alemán utilizar a mujeres y niños para trabajos forzados, tanto en los campos del Imperio, como en aquellos campos y obras de compañías privadas.
La normalidad en los campos era la de ver cuerpos esqueléticos forzados a trabajar hasta la extenuación y/o la muerte, enfermedades, ninguna medida sanitaria, violaciones constantes, palizas e, incluso, prostitución forzada. Hasta cuando muertos, los herero fueron despojados de su dignidad; grandes sumas de huesos y calaveras fueron enviadas a Alemania para dar así material de primera mano a científicos que estudiaban la eugenesia dentro del marco del darwinismo social. En estas condiciones, el ángel de muerte era para muchos de ellos un alivio más que un temor.
En 1908, tras constantes quejas y súplicas de misioneros, así como por el temor de los oficiales alemanes a un renacimiento de la nación herero al estar unida en núcleos de población importantes en los distintos campos, la política de trabajos forzados en campos de concentración terminó. Con el objetivo de evitar un renacimiento de la nación herero por parte de los supervivientes y su reorganización en los campos, los herero fueron divididos en pequeños grupos y enviados a trabajar en las granjas de los colonos alemanes -incluyendo aquellas granjas ubicadas en el antiguo hogar de los herero-.
El fin del genocidio herero y el nacimiento de una maquinaria para el exterminio
En 1911, las autoridades alemanas elaboraron un censo de la población herero en la GSWA: restaban solamente 15.130. Antes del conflicto se calcula su número entrono a los 80.000 individuos. Durante el conflicto armado y la política de campos de concentración, se acabó con la vida de más del 80% de la población herero; durante 4 años, casi dos herero murieron cada hora. Un verdadero genocidio había tenido lugar, el primero del siglo XX.
Los campos de concentración namibios fueron la primera piedra para edificar un discurso y una metodología encarada al exterminio que años más tarde horrorizaría a Europa y al mundo entero. No obstante, los gritos de angustia y dolor de la nación herero han sido ahogados, silenciados y olvidados, como muchas de las atrocidades cometidas en África.
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