El contagio lo iniciaron viajeros procedentes de los núcleos de infección de Asia, Europa y los Estados Unidos. En consecuencia, la mayoría, si no todos los países han cerrado las fronteras aéreas y marítimas, cancelado las clases y restringido la circulación por espacios públicos y mercados. Según el Centro Internacional de Investigación Legal, se ha decretado el estado de emergencia en al menos 37 estados y se han impuesto políticas de confinamiento estrictas que si bien deberían considerarse medidas prudentes a ojos de los críticos llegaron tarde para una población de por si vulnerable.
El continente trabaja para controlar la transmisión interna del Covid-19 mientras las cifras de casos domésticos se acumulan. Gambia ha registrado la infección de un ciudadano sin historial de viaje, Senegal también ha señalado casos de transmisión comunitaria y Nigeria, el estado más poblado del continente, apunta el mayor incremento diario de infectados. Desgraciadamente la situación no varia en otras regiones. Tras un aumento del 43% en contagios, los gobiernos africanos han sido instados ha aumentar los esfuerzos y la OMS avisa de que África podría convertirse en el epicentro de la pandemia, con hasta 10 millones de casos en los próximos 6 meses.
Otro factor que interfiere en la capacidad de contener la expansión es la superstición de los ciudadanos. Desde la llegada de la pandemia parte de los locales no ha tomado con seriedad, y a menudo denegado, la existencia del coronavirus. Creen que solo aquellas personas que habían viajado en avión podían estar afectadas. En palabras de un nacional gambiano: «solo la gente que puede permitirse viajar en avión contrae el virus, no nosotros. Se trata de una enfermedad de ricos.»
Es un hecho que el Ébola, el VIH y otras epidemias mortíferas siguen presentes en África, por lo que para ellos, nada hace pensar que el covid-19 es diferente, una «enfermedad de hombre blanco» y un problema más que gestionar. Estas creencias supersticiosas son una pesadilla para cualquier gobierno. Mientras se usan numerosos recursos y tiempo en despertar la conciencia popular, el nuevo virus entra sigilosamente en las vidas de miles de ciudadanos.
Un periodista gambiano describe la falta de obediencia de la ciudadanía como preocupante: «Creedme, solo Allah puede salvarnos. A la gente no le importa. Si pudierais pasear por la mañana en el mercado de Serrekunda veríais a gente apelotonada como moscas. Lo peor es que la mayoría niega la existencia aún y las campañas de sensibilización y la prueba de que personas cercanas habían contraído el coronavirus.»
El Presidente de Tanzania, John Magufuli, dijo que no cerraría los centros de culto, describió el virus como «satánico» y apuntó que este no puede vivir en el cuerpo de Cristo. Al final, declaró tres días de plegaria nacional para fomentar el encuentro masivo en iglesias. Las supersticiones pueden acelerar la cadena de transmisiones y prevenir que los gobiernos africanos sigan el ritmo al resto del globo.
África está aún en las primeras fases del segundo estadio de transmisión, lo que significa que todos los infectados ya han contagiado a amigos cercanos, familiares y compañeros de trabajo. Es el momento de identificar a todas las personas que hayan estado en contacto con los casos registrados y ponerlos en cuarentena. ¿Se disponen de los medios para hacerlo?
Traducción del inglés por Viviane Ogou Corbi