La vivienda, factor de salud

Existen diversos factores que afectan a la salud y el bienestar de las personas y aumentan el riesgo de sufrir, o ser más vulnerables, a determinadas enfermedades. Entre ellos se encuentran las condiciones del sistema sanitario local y la facilidad para acceder a él, la contaminación, una alimentación escasa o inadecuada y la sobrecarga física debida a trabajos que producen gran desgaste. Todos estos factores se dan frecuentemente entre las personas que viven en situación de pobreza, pero además, a ellos se suman otros riesgos derivados de las condiciones poco adecuadas del lugar en el que habitan.

Asentamiento informal de Kibera, Nairobi, Kenia. Crédito: Brian Otieno

El estado de las viviendas y la trama urbana en la que se insertan, guardan una relación directa con la calidad de vida de sus habitantes. En África, las condiciones de habitabilidad han mejorado en los últimos quince años, pero aún así, aproximadamente la mitad de la población urbana en el África subsahariana reside en asentamientos informales, también conocidos como slums. Son millones de personas las que se han ido trasladando del campo a la ciudad en busca de oportunidades de trabajo y residen en unas áreas que crecen progresivamente al margen de la planificación. Surgieron como respuesta rápida a la necesidad habitacional, pero se han ido afianzando dentro de las tramas urbanas, con el inconveniente de que las condiciones son muy deficientes y carecen de servicios básicos. A pesar de que en muchos asentamientos se han ido experimentado ciertas mejoras, una característica común en todos ellos es el hacinamiento que sufren sus habitantes. Lo más frecuente es que varios miembros de la familia, de diferentes generaciones, convivan en un mismo espacio de reducidas dimensiones y condiciones constructivas inadecuadas. Es generalizada la falta de luz, de ventilación y el uso de materiales poco apropiados estructuralmente e insalubres. A lo que se añade que el acceso a servicios básicos como el agua potable, el saneamiento, la electricidad o el gas para cocinar y calentarse son muy limitados.

Esto implica que los residentes en estos lugares corren más riesgo de sufrir enfermedades mentales, respiratorias, diarreas o enfermedades transmitidas por la picadura de mosquitos como la malaria o el dengue. En la situación actual, con una pandemia que se ha propagado por todos los continentes, las personas que viven en slums resultan mucho más vulnerables.

Las medidas establecidas para reducir la propagación del COVID-19, que muchas pasan por hábitos básicos de higiene como lavarse las manos con frecuencia, son difícilmente adoptables para la mayoría de los habitantes en asentamientos informales. Por otra parte, tampoco cuentan con una vivienda adecuada para confinarse o permanecer en cuarentena y, menos aún, para que dentro de la misma uno de los miembros se aísle del resto. Sin olvidar que el espacio en el que tienen que permanecer no cuenta con las infraestructuras básicas. Ante estas circunstancias, es fácil suponer que en caso de que se contagie un miembro de la familia, el riesgo para los demás es extremadamente alto.

En cuanto al exterior de la vivienda, estos asentamientos se caracterizan por su crecimiento informal, con calles estrechas en las que se acumulan los residuos, en las que resulta complicado mantener la distancia física de seguridad. Por otra parte, la falta de agua potable en las viviendas obliga a que mujeres y niñas, ya que esta tarea recae mayoritariamente sobre ellas, tengan que salir a recogerla a las fuentes o tanques de reparto. Salir de casa y acudir a estos puntos altamente transitados, aumenta, una vez más, las probabilidades de contagiarse.

A esta complicada realidad se le añade la situación crítica del empleo en el continente africano, donde la mayor parte de los empleos, al igual que estos asentamientos, son informales. Esto implica que sus habitantes generan los ingresos día a día o reciben algún tipo de salario de forma semanal en empleos que no se pueden realizar desde casa y a los que acuden, mayoritariamente, a pie o en transporte público.

Las precariedad es el factor común de los asentamientos informales urbanos a lo largo del continente pero también un problema frecuente para los habitantes de zonas rurales. En ambos contextos, no ha sido necesaria la llegada de una pandemia para dejar constancia de que las malas condiciones de habitabilidad aumentan, entre otros, los problemas de salud. Puede ser un buen momento para hacer énfasis en la importancia de que las políticas públicas también pongan el foco en esta dirección. Las personas que habitan infraviviendas destinan una parte de sus recursos a mejorarlas de forma paulatina pero las autoridades deben asegurarse de que todas tengan acceso a los servicios básicos. El aumento de la población urbana en África es un fenómeno en auge y es necesario que se produzca en unas condiciones que favorezcan el desarrollo económico y social de las ciudades y sus habitantes evitando el aumento de la precariedad.

Elena Brunete Pietx

Arquitecta especializada en Habitabilidad Básica y Cooperación para el Desarrollo de Asentamientos Humanos Precarios, he participado en proyectos en India y Líbano. También soy profesora de Secundaria, me interesa la educación como herramienta de empoderamiento y motor de cambio. Actualmente doy clases y trabajo de arquitecta en Madrid.

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