Presidenciales Marfileñas: la Juventud y la Diáspora Quieren Paz

Tras la muerte de Amadou Gon Coulibaly, primer ministro de Costa de Marfil y candidato a las elecciones presidenciales del próximo mes de octubre, Alassane Ouattara decide optar a una tercera legislatura, tensando la estabilidad que la nación había construido en la última década.

Fosa de cocodrilos de la mansión de Félix Hophoüet-Boigny y la basílica de Nuestra Señora de la Paz al fondo, en Yamussukro. Representa los peligros y obstáculos que acechan antes de alcanzar la paz. Crédito: Viviane Ogou

Cuando Houphöuet-Boigny escogió como lema de la República “Unión, Disciplina y trabajo”, no era consciente de lo disciplinados que serían sus sucesores en presentarse legislación tras legislación a las elecciones. 

El actual presidente de Costa de Marfil, Alassane Dramane Ouattara, comunicó el pasado 7 de agosto su candidatura por la Alianza de los Republicanos (RDR, por sus siglas en francés) a los comicios de otoño. En un inicio, el Primer Ministro Gon Coulibaly iba a ocupar este papel, pero tras su inesperada muerte el pasado 8 julio, y animado por los miembros del Gobierno y de su partido, Ouattara decidió optar a una tercera legislatura. El artículo 55 de la Constitución marfileña limita a dos los mandatos, por lo que el casi octogenario no debería concurrir. Sin embargo, tras el también polémico cambio constitucional de 2016, el contador se «puso a cero» según los juristas del Frente Popular Marfileño (FPI).

A principios de año, el Presidente compareció para confirmar que no se presentaría “dejando espacio a las nuevas generaciones […] y permitiendo el primer traspaso democrático de poder en toda la historia de Costa de Marfil”. La noticia rebajó las tensiones acumuladas durante el mes de diciembre, cuando se hizo pública una presunta grabación de Soro donde planeaba otro golpe de estado. El Presidente respondió con una orden de arresto internacional y la amenaza de que buscaría la reelección si los exiliados se presentaban. Meses después, los abogados de Soro presentaron un recurso ante el Tribunal Africano de Derechos Humanos y de los Pueblos (TADHP), cuyo fallo ordenaba suspender la orden de arresto y, por ende, le permitía presentarse.

Los rumores de cambio de decisión le acompañaron todos estos meses y, tras el fallecimiento del delfín, y a falta de otro personaje de peso dentro del partido, ha tomado la decisión: «He reconsiderado mi posición (…). Esta decisión, cuidadosamente considerada, es un deber que acepto en el mejor interés de la nación para continuar poniendo mi experiencia incansablemente al servicio de nuestro país».

Sin embargo, esto no es lo único que pone a prueba la calidad democrática del país, pues las candidaturas de Henry Konan Bedié, Guillaume Soro y el recuerdo de Laurent Gbagbo convierten estos comicios en los más contestados desde 2010.

el eterno «dÉja vu»

Tras la muerte de Félix-Hophouet Boigny, el Ministro francés que llevó a Costa de Marfil hasta la independencia en 1960, la situación política ha oscilado entre el conflicto civil y la pseudo-democracia. Las primeras elecciones abiertas fueron en 1990 entre el Partido Democrático de Costa de Marfil (PDCI) y el FPI, liderado por Laurent Gbagbo. Houphöuet-Boigny, considerado un héroe nacional por la mayoría de la población, obtuvo gran parte de los votos. Tras fallecer en 1993, Henri Konan Bedié, Presidente de la Asamblea Nacional, le remplazó como determinaba la Constitución. 

En 1995, el PDCI de Bedié, renovó el mandato en el ejecutivo, enfrentándose al boicot de la oposición y a una escalada de tensiones étnicas y religiosas. El 23 de diciembre de 1999, los soldados se amotinaron bajo el mando del General de Brigadas Robert Gueï y tomaron el control del país estableciendo una nueva fecha para las elecciones en Octubre del 2000, de las que salió victorioso Gbagbo. Poco más tarde, en setiembre de 2002, un golpe de estado dirigido por el general Gueï inició una guerra civil, dividiendo el país entre el norte, controlado por los rebeldes, y el sur, por el Gobierno.

Los actores internacionales no tardaron en intervenir y se llegó a un primer acuerdo en enero de 2003, que se vino abajo en noviembre de 2004 provocando un embargo armamentístico impuesto por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. En abril de 2005 se llegó a un nuevo acuerdo y se desconvocaron las elecciones de octubre. En 2007, nuevas negociaciones en Burkina Faso resultaron en un acuerdo de partición de poder para abrir un gobierno transitorio. Laurent Gbagbo se mantuvo como Presidente y Guillaume Soro, el líder de los rebeldes, fue nombrado Primer Ministro. El nuevo Gobierno debía convocar elecciones en los 10 meses siguientes, pero no fue así hasta 2010, un total de cinco años después de terminar el mandato de Gbagbo.

una década de frágil estabilidad: 2010-2020

Unas elecciones reñidas, con un 80% de participación, nominaron a Ouattara y Gbagbo para una segunda ronda de la que saldría ganador Alassane, con un 54% de los votos. Gbagbo no aceptó los resultados, que denunció como corruptos. Y, si bien los observadores internacionales reportaron algunas incidencias, declararon las elecciones como largamente democráticas en contra de la resolución del Tribunal Supremo, que dio por vencedor a Gbagbo.

A raíz del desacuerdo se formaron dos gobiernos paralelos en el norte y en el sur. El primero, apoyado por las organizaciones internacionales y el segundo, por el ejército. Por medio de un corte de fondos de Francia, Gbagbo perdió la guerra, se le detuvo y se le juzgó en la Corte Penal Internacional por crímenes humanitarios, aunque a inicios de 2019 se le absolvió por falta de pruebas.  

Otros factores a tener en cuenta son el motín militar de 2017 y la falta de un proceso de reconocimiento y reconciliación nacional. Parte de los militares involucrados en el conflicto de 2010 no recibieron el salario prometido cuando se les reclutó para este. Tras años de demandas, iniciaron un motín en Bouaké extendido a otras ciudades importantes como Abidjan o Korhogó. En este punto entendemos que parte del ejército está descontento con la actuación de Ouattara, lo que podría ser clave a la hora de escoger el bando en caso de conflicto. Tampoco ha habido un proceso de reconocimiento de los crímenes cometidos por el bando vencedor, que mantiene el dolor de parte de la población, ni un proceso de reconciliación nacional necesario para volver a cohesionar la sociedad.

Los jóvenes y la diáspora piden paz

Desde finales del año pasado la población está tensa. Ya en navidades, muchos temían un conflicto o guerra derivado de las elecciones. Con independencia del partido, todos creen que no van a ser unas elecciones sencillas y se preparan de diferentes maneras.

Las clases altas enviaron a los hijos a estudiar a Canadá o Francia antes de la campaña electoral. Las asociaciones juveniles preparan campañas pacifistas con las que evitar disturbios civiles y conseguir unidad frente a los antidemocráticos. Otros ciudadanos esperan que el recuerdo de las guerras de los 2000 apacigüen cualquier actitud beligerante. Sin embargo, hay mucho rencor.

Yao Agustín, Presidente y Embajador por la Paz en la Unión de Jóvenes de la Mériee de Port-Bouet, informó las pasadas navidades que estaban trabajando para conseguir que, en caso de conflicto post-electoral, los jóvenes se unieran y no se adhiriesen al conflicto, sino a una petición de paz. De la misma manera, la diáspora en España espera una salida pacífica de esta encrucijada.

Una salida pacífica a las tensiones acumuladas es fundamental para garantizar la estabilidad del país y de la región. Los países vecinos de Costa de Marfil ven un aumento anual de los ataques terroristas, y el mismo Estado sufrió recientemente un atentado en el norte. Por ende, hay que calibrar bien las tensiones y las consecuencias de estas, pues un conflicto podría ser una puerta abierta al yihadismo y terminar con el crecimiento y la bonanza de uno de los pilares del occidente africano.

Viviane Ogou Corbi

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