Desde la llegada de los colonos al continente africano tras la Conferencia de Berlín (1885), la historia ha descrito el desarrollo de las ciudades y civilizaciones africanas como un producto de la influencia occidental. No obstante, numerosos estudios arqueológicos africanistas han demostrado que la organización política del África precolonial encuentra su origen en las propias actividades locales.
La dinámica occidental de la historia, basada en la superioridad racial, afectó no solo al legado africano, sino también a la historia universal. No fue hasta mediados del siglo XX que numerosos científicos e historiadores comenzaron a reconocer que el origen de la humanidad y de las primeras civilizaciones se encontraba en África. Estas afirmaciones contribuyeron al comienzo de la desmitificación de la inferioridad africana y a la destrucción del discurso histórico racista.
El concepto de Estado-nación surgido y establecido en Europa tras la Paz de Westfalia nada tiene que ver con los Estados africanos precoloniales. Por ello, la diferencia entre ambos territorios provocó que los colonos europeos consideraran África como un continente a desarrollar, asentando así un sentimiento paternalista hacia la región. Pero diferente no significa inexistente.
Si bien es cierto que la diversidad cultural que reinaba y reina África es inmensa, algunos autores como Alex Thomson han destacado la posibilidad de establecer dos principales categorías de organización política precolonial para el continente africano: Estados y sociedades sin Estado.
Para comenzar con el concepto que puede resultar más familiar, cabe destacar que, aun calificándose de Estados, dicha tipología política africana presentaba importantes disimilitudes con los Estados-nación westfalianos. En África, la importante extensión de territorio acogía abundantes tierras disponibles para su uso, lo que fomentó el surgimiento de lo que se conoce como Estados no hegemónicos, caracterizados por carecer de fronteras definidas. Esta particularidad permitía el desplazamiento de su sociedad a diferentes zonas del continente si así lo estimaban oportuno. De este modo, cada Estado no hegemónico podía deberle alianza a más de un líder político, pues cuanto más lejos se asentaban del poder central, menor era el control que este podía ejercer sobre dicha comunidad.
Además, la amplitud del territorio africano provocaba, en ocasiones, que la población que lo habitaba no pudiese generar un rendimiento económico suficiente como para establecer las instituciones políticas propias de un Estado, dando así lugar a las sociedades sin Estado. No obstante, esta tipología política contaba con herramientas de representación y jerarquía social adaptadas al tipo de vida de su población. Con el tiempo, algunas sociedades sin Estado, principalmente en África Occidental, terminaron formando instituciones estatales. El Imperio de Ghana es uno de los ejemplos de esta evolución.
Aunque la situación geográfica de África Occidental (con el Sáhara a un lado y las inmensas áreas forestales de Centroáfrica al otro) no favorecía al desarrollo de la región por sus dificultades para conectar con el exterior, los años comprendidos entre el siglo X y el siglo XVI son conocidos como un “período de grandeza”. Gracias a las rutas inquebrantables con el Magreb, las comunidades occidentales comenzaron un desarrollo basado en el comercio de oro y marfil, principalmente. Surgen así formas más complejas de gobierno ligadas a esta nueva etapa comerciante, lo que anteriormente hemos destacado como la transformación de las sociedades sin Estado hacia Estados.
El Imperio de Ghana fue conocido como uno de los territorios más poderosos del África Occidental. El autor Basil Davidson, gracias a las historias plasmadas en un libro del año 1067 escrito por al-Bakri, un historiador hispanoárabe de la época, cuenta la evolución del Imperio de Ghana desde sus orígenes, en torno al año 300 d. C.
Situada entre los ahora conocidos como río Níger y río Senegal, Ghana fue fundada por la población soninké en el siglo IV, aunque no fue hasta el año 800 d. C. que el territorio adquirió poder y se convirtió en un estado fuerte. Fue precisamente esta localización la que le permitía ser el punto de encuentro entre la población bereber del Magreb y los productores de marfil y oro del Sur, lo que fomentó su desarrollo hacia un Estado comerciante e influyente.
Al igual que el resto de Estados africanos occidentales, Ghana terminaría por construir nuevas formas de vida y gobierno que darían respuesta al importante flujo de bienes que entraban y salían del territorio. La elección de un rey fue entonces imprescindible y, en honor al título que se les otorgaba, ghana o jefe de guerra, el territorio recibió el mismo nombre. Bajo el poder de un solo rey, Ghana experimentaría un crecimiento constante gracias, principalmente, al negocio con los bereberes.
El incesante crecimiento económico provocó la expansión del territorio y, como consecuencia, el rey pasó a ser emperador. De este modo, a principios del siglo XI Ghana alcanza su edad de oro bajo el mandato del emperador Tunka Manin, que poseía un poderoso ejército y una gran riqueza. Tunka Manin ostentaría el poder central de un imperio que, a su vez, albergaba a numerosas comunidades con pequeños gobernantes, muchas de las cuales podrían ser consideradas Estados no hegemónicos.
Sin embargo, el reinado de Tunka Manin no duraría mucho. A finales del siglo XI los almorávides, bereberes del Norte recién convertidos al islam, comenzaron a invadir Ghana y dejaron al Imperio en ruinas. Ante tales sucesos, las comunidades asentadas dentro del territorio de Ghana comenzaron a pujar por su independencia, llegando así a controlar, a principios del siglo XII, algunas regiones importantes como el reino de Diara. El Imperio de Ghana llegaría a su fin en 1240, pero los intentos de emancipación de sus comunidades son un claro ejemplo de la diversidad de poder y cultura presentes dentro de un mismo Imperio africano como lo fue Ghana.
El Imperio de Ghana puede establecerse, por tanto, como un ejemplo esclarecedor de la existencia de organización política en el continente africano precolonial. Los europeos que se asentaron en el territorio y desestimaron dicha realidad, establecieron la distribución territorial actual: un continente delimitado por fronteras rectilíneas perfectas y con un elevado número de países sin acceso al mar. Y, sobre todo, un continente de 55 países construidos desde la ignorancia a las culturas locales y sus antepasados.
Bibliografía:
Asante, M.K (2007). The History of Africa: The Quest for Eternal Harmony. Routledge. https://books.google.es/books?id=ssQodjYZgDsC&printsec=frontcover&hl=es#v=onepage&q&f=false
Davidson, B. (1985). A History of West Africa (1000-1800) (6th ed.). Longman. https://books.google.es/books/about/A_History_of_West_Africa_1000_1800.html?id=ZzZyAAAAMAAJ&redir_esc=y
Falola, T. and Fleming, T. (2009). African Civilizations: From the Precolonial to the Modern. In R. Holton and W.R Nasson (Eds), World Civilizations and History of Human Development (pp. 123-141). https://books.google.es/books/about/World_Civilizations_And_History_Of_Human.html?id=7xX-twAACAAJ&redir_esc=y
Monroe Cameron, J. (2013). Power and Agency in Precolonial States. Annual Review of Anthropology. doi: 10.1146/annurev-anthro-092412-155539
Thomson, A. (2016). An Introduction to African Politics (4th ed). Routledge. https://doi.org/10.4324/9781315767420
Un artículo interesante y bien escrito, Rocio. Es la primera vez que leo esta revista. Tengo ganas de leer más.