Evolución en la perspectiva de problemas y soluciones en el desarrollo de las economías emergentes africanas

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Este artículo supone un breve análisis sobre la evolución que ha tenido la perspectiva del desarrollo de los países africanos, los problemas que presenta y las soluciones que proponen distintos autores. Se muestra cómo partiendo de la tradicional visión asistencialista, actualmente obsoleta, en la que la ayuda de occidente es un elemento indispensable para el crecimiento económico de África se evoluciona dando visibilidad a las ideas de empoderamiento y autogestión de los ciudadanos africanos.

Andrew Mwenda (Andrew Heavens/TED)

El problema del crecimiento económico de África es un tema complejo y no existe una única solución definitiva. Es curioso que perspectivas en principio opuestas, como son la asistencialista y la de creación de oportunidades, tengan puntos en común como la denuncia de la corrupción como uno de los principales problemas para el crecimiento económico de los países africanos, la concepción de la empresa privada como motor de desarrollo cuando el sistema público ha fracasado; y la rendición de cuentas y la transparencia de gestión como elemento indispensable para el correcto funcionamiento del estado.

No obstante, tal y como podrá observarse, la primera considera la intervención externa, ya sea en forma de ayuda o a través de inversión de empresa extranjera, un elemento indispensable para el crecimiento económico de África.

Desde un punto de vista asistencialista, Jeffrey Sachs, economista y profesor estadounidense, basa sus teorías en la arcaica distinción entre ricos (América del Norte, Europa Occidental y Extremo Oriente) y pobres (Extremo Oriente, el sur de Asia y el África Subsahariana), sin distinguir entre qué países de cada zona pertenecen a uno u otro grupo. El desarrollo del que habla es exclusivamente económico. Así, este autor afirma: “El reto de nuestra generación consiste en ayudar a los más pobres de entre los pobres a escapar del sufrimiento de la pobreza extrema, de modo que puedan iniciar su propia ascensión por la escalera del desarrollo económico” (Sachs, 2005, p. 56). Para ello, los países considerados desarrollados aportarían una “modesta ayuda financiera”, mayor de la que proporcionan hasta ahora. Esto, junto con los Objetivos de Desarrollo del Milenio, pondría fin a la pobreza extrema para 2025.

Sachs diferencia 8 categorías de problemas que pueden causar el estancamiento y declive de una economía: la propia pobreza como causa del estancamiento económico, e impedimento del ahorro que les permitiría salir de esta situación; y la ubicación geográfica, en base a que los entornos áridos o con sequías prolongadas dificultarían el desarrollo y favorecerían ciertas enfermedades. Destaca la importancia de la proximidad al litoral costero, que permite fomentar el desarrollo a través del comercio marítimo.

También menciona la carencia de los gobiernos de recursos financieros, ya sea por la imposibilidad de la población de pagar impuestos, por la ineptitud y/o corrupción del gobierno o porque exista una gran deuda externa a la que se destinan los limitados ingresos que se consiguen a través de impuestos. Así, la propia inoperancia de los gobiernos representaría otro problema en sí, dando lugar a guerras, revoluciones o golpes de estado.

El marco cultural se sumaría a la lista, así como la llamada “trampa demográfica”, en la que las familias con muchos hijos no pueden permitirse invertir en la nutrición, la salud y la educación de todos ellos. De la misma forma, el aumento demográfico genera grandes presiones sobre los recursos naturales, dificultando el desarrollo económico.

Los intereses geopolíticos del resto de países con los que se mantienen (o no) relaciones también afectan a la capacidad de desarrollo de una economía, así como la ausencia de innovación, retroalimentada por la falta de recursos económicos, que impide, por un lado, investigar y por otro hace que no sea rentable, ya que no se cuenta con un mercado suficientemente grande para vender los nuevos productos.

En la misma línea de lo que plantea Sachs, aunque con algunos matices, se presentan las ideas de Paul Collier, que separa por una parte los países intrínsecamente desfavorecidos por la ubicación geográfica, y por otra a aquellos atrapados por tres trampas interrelacionadas entre sí: la dependencia de las materias primas, cuyos precios han disminuido de manera considerable en los últimos años, reduciendo los ingresos  y limitando la competencia en el mercado por el hecho de que se trabaja exclusivamente en monocultivos;  el grave abuso del sector público, utilizado en beneficio de los empleados en función del sistema de influencias sociales sin rendición de cuentas, con la correspondiente pérdida de calidad de los servicios. Y las guerras civiles, pues en los países africanos la rebelión tiene unos costes excepcionalmente bajos y puede permitir ingresos altos, haciendo negocio con las materias primas de que disponga el país.

Como solución a la mala gestión del sector público y las guerras civiles, en el texto de Collier (2007) el autor propone una democracia efectiva, en la que los ciudadanos y ciudadanas tengan la suficiente información para exigir sus derechos. Se trataría de una lucha nacional, en la que la comunidad empresarial extranjera y organismos como el Banco Mundial desarrollarían un papel de apoyo.

Por otro lado, respecto al problema de la dependencia de materias primas, Collier pone como ejemplo la penetración de Asia en el mercado, compensando con bajos salarios las desventajas en costes de las economías emergentes. Si bien afirma que África no puede competir con Asia, independientemente de sus salarios, propone la empresa extranjera, con redes de comercio preexistentes y menos vulnerables a los gobiernos corruptos e ineficientes, como plataforma de exportaciones y medio para penetrar en el mercado mundial de manufacturas; y la conformación de enclaves específicos para la producción de bienes de exportación.

En contraste con estas visiones asistencialistas, se presentan las de dos africanos:

En primer lugar, Andrew Mwenda, periodista ugandés, plantea la necesidad de dejar de hablar de “reducción de la pobreza”, término que suena desesperanzador y que apela a la caridad. En este proceso, que se ha llevado a cabo a lo largo de los años, la comunidad internacional ha tratado de manera continuada los síntomas de la pobreza, pero no las causas estructurales que hay detrás de ellos. Eso no genera riqueza y despoja a los africanos de iniciativa propia. Así, en sus propias palabras: “El reto que afrontan los que se interesan en África no es el reto de reducir la pobreza. Debería ser un reto de crear riqueza”. (Mwenda, 2007, min. 3.47)

Por otro lado, la corrupción de los gobiernos africanos hace que la legitimidad que deberían encontrar en la población a través de servicios sociales básicos como educación, sanidad y construcción de infraestructuras, se busque a través de un ejército que silencie a la oposición y de la asignación de trabajos bien remunerados u oportunidades extraoficiales para la corrupción a los simpatizantes del gobierno (Mwenda, 2007).

Por lo tanto, la carrera política, con la que se accede a los recursos que brinda la comunidad internacional, se convierte en la única alternativa económicamente viable para los emprendedores, siendo este atractivo del estado un desencadenante de problemas en las sociedades africanas fragmentadas étnicamente, que quieren verse representadas en los gobiernos para poder acceder a estos recursos provenientes de la ayuda extranjera (Mwenda, 2007).

El hecho de que los gobiernos sean disfuncionales conlleva la carencia de un marco político e institucional que haga posible el crecimiento económico. Los gobernantes, en vez de hablar con emprendedores y negociantes locales que podrían generar riqueza sobre qué políticas son necesarias para su expansión y, de esa forma, aumentar los ingresos tributarios que reciben de ellos, hablan con los donantes internacionales, quienes son los que finalmente dictan qué necesitan los ciudadanos africanos; y, por lo tanto, quienes establecen el proceso de intervención e implementación de políticas, dejando a los ciudadanos fuera de estos procesos.

Por su parte, George Ayittey, economista y escritor ghanés, destaca tres cuestiones a tener en cuenta a la hora de “ayudar” a África: la primera, que la corrupción cuesta a África una cantidad desorbitada de dinero; la segunda, que los líderes han fallado al pueblo, utilizando los instrumentos de poder para el enriquecimiento propio; y, por último, que si se quiere ayudar a la gente de África debe tenerse en cuenta donde están los africanos.

Para ello, divide la economía de África en tres sectores: por un lado, el sector moderno, que es la “casa de las élites”, donde va la ayuda para el desarrollo y los recursos con los cuales viven los miembros de este sector. Por el otro lado, están los sectores informal y tradicional, que es donde se encuentra la mayoría de la población, y recoge los oficios relacionados con los sectores primarios. Es a estos sectores donde debería destinarse la ayuda. (Ayittey, 2007)

Además, considera que ha de tenerse en cuenta la herencia política autóctona africana y volver a las instituciones de descentralización del poder.

Estas visiones de autogestión y crecimiento desde una perspectiva autóctona que presentan los autores africanos ya existían desde hace años, pero no ha sido hasta hace unas décadas que se visibilizan las diferentes visiones, alternativas a la asistencialista, que defienden que el futuro de África tiene que estar en manos de África, y no puede depender de la ayuda externa como lo ha hecho hasta ahora, sino que el crecimiento económico pasa por crear estados con unos marcos institucionales y políticos fuertes, que permitan a los países crecer por sí mismos.

Es importante destacar el papel que ha jugado occidente en el desarrollo de las economías emergentes africanas. Por un lado, con la descolonización de los países africanos, se abrió la posibilidad para que dictadores tomaran el poder (no importa cuál fuera el sistema político “oficial”, al final se trataba de una clase dirigente que gobernaba sin tener en cuenta a la población), sin que occidente tomara parte (en el mejor de los casos) o guiando el futuro de determinados países a través de sus líderes políticos y según sus intereses.

En segundo lugar, gracias a estas relaciones que se mantienen entre occidente y los dirigentes corruptos de algunos gobiernos africanos, empresas extranjeras están esquilmando los recursos africanos.

Por último, no debemos olvidar las consecuencias que la industrialización y el crecimiento económico desaforado de los países más ricos ha tenido en el cambio climático, siendo los países de climas más extremos, como es el caso de muchos países en África, los que más los sufren. Por todo esto, la visión asistencialista de ayuda al desarrollo de las economías emergentes africanas ha quedado obsoleta y cada vez toman más fuerza las iniciativas que defienden el empoderamiento y la autonomía de la comunidad africana.

Editado por Ada Okenve Obiang

Referencias bibliográficas

Laura Pellicer

Arquitecta. Máster en Cooperación Internacional y Gestión de Políticas Públicas, Programas y Proyectos de Desarrollo.

2 comentarios en «Evolución en la perspectiva de problemas y soluciones en el desarrollo de las economías emergentes africanas»

  1. Muy clara la exposición de los diferentes planteamientos. Apoyo la idea de que la solución está en manos de los africanos.

  2. Interesante visión de la cooperación internacional para estimular el desarrollo de economias emergentes mejorando las actuaciones de estilo «asistencialista» con su sombra de paternalismo.

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