Solo en este primer mes de 2021, el mundo ha experimentado eventos que marcarán el futuro de las relaciones internacionales, la política exterior, la acción climática o la cooperación transfronteriza en los años por venir. Desde la salida de Reino Unido de la Unión Europea hasta la inauguración del nuevo presidente estadounidense Joe Biden, los medios de todo el globo se han centrado en cubrir las noticias más trascendentales en el escenario mundial. Sin embargo, un hecho que probablemente pueda llegar a ser determinante para el progreso de la sociedad global no ha tenido tanta cobertura. Hablamos del AfCFTA, el Área Continental Africana de Libre Comercio, que entró oficialmente en vigor el mismo 1 de enero de 2021.

El norte de África es una de las regiones del planeta que más está sufriendo los efectos del cambio climático. De todos los países de la región, Sudán es considerado uno de los más vulnerables del mundo, ya que sus recursos naturales y ecosistemas se están deteriorando. Los expertos aseguran que, si no se interviene para revertir la situación, varias zonas de este país pueden volverse inhabitables a causa del cambio climático. Pero, a raíz de la revolución de 2019, liderada prácticamente por mujeres – que fueron determinantes para la creación de un gobierno de transición -, Sudán tiene una oportunidad para invertir en desarrollo sostenible y apostar por una economía verde.

Este acuerdo es fruto de un escenario de inestabilidad política, recesiones económicas y una dura crisis climática. Esta controvertida medida ha generado importantes críticas tanto por parte de la opinión pública internacional, como de los partidos políticos de la posición a Mnangagwa. «Tenemos la sensación de que Mnangagwa está profundamente mal informado sobre las causas reales de esta crisis en Zimbabwe o simplemente está capitulando ante la presión del mundo supremacista blanco» denunciaban desde Economic Freedom Fighters (Luchadores por la Libertad Económica) mediante un comunicado en el medio NewZimbawe.es

Hace menos de una semana la estatua del colonizador y rey belga Leopoldo II amaneció pintada de rojo como símbolo de rechazo a su actividad conquistadora y saqueadora sobre la República Democrática del Congo. De la misma forma, la figura del traficante de esclavos Edward Colston, cuya presencia era alabada desde 1895, fue tumbada y arrojada sobre un río en Bristol; como una declaración de intenciones para terminar con todo símbolo colonial, de los cuales deriva la opresión sistémica que ha sido duramente criticada desde la muerte de George Floyd, el pasado 25 de mayo.

Aunque el confinamiento general es probablemente el medio más eficaz para contener el coronavirus, en el contexto del continente más pobre del mundo, esto puede generar un sinfín de eternidades. Con todos los sectores del gobierno ya sobrecargados, un cierre duradero y severo como el que se ha visto desencadenará una enorme repercusión política, social y económica a largo plazo que podría ser más devastadora que el propio Covid-19. Muchas empresas de pequeña escala se arruinarán y millones de personas se verán sumidas en la pobreza y el hambre.