El cine durante la etapa colonial
Los inicios del cine en África están ligados a la presencia colonial, destacando un desarrollo temprano en Egipto, donde la producción fue aceptable durante el inicio del siglo XX, creció durante las décadas de 1920 y 1930 y alcanzó su apogeo entre los años 40 y 60. Más allá de Egipto, es difícil encontrar ejemplos de cine en África, aunque sí que se convirtió en el escenario de producciones occidentales y un banco de imágenes para noticiarios cinematográficos de las grandes productoras francesas.
En este sentido, es difícil hablar de cine africano. Más bien se trata de cine en África, producciones realizadas en África o ambientadas en el continente, ya que existían limitaciones a las producciones africanas: en las colonias francesas, el decreto de Laval impedía la realización de películas propias. Tras la Segunda Guerra Mundial, los africanos empiezan a ser aceptados en las escuelas de cine y aparecen las primeras obras. La primera película conocida hecha por un africano fue The Cinema Lesson del cineasta congoleño Albert Mongita en 1951. La segunda pertenece a Mamadou Touré, se trata de Mouramani, un filme corto de 1953.
Con la independencia de los Estados africanos en la década de 1960, se desarrolla una cinematografía africana que no es homogénea y que presenta diferencias entre el Magreb, África Subsahariana y el sur del continente. A nivel temático, durante estos primeros pasos del cine africano, los autores optan por la subversión de los estereotipos coloniales y la sustitución por nuevas representaciones, más ajustadas a la realidad africana. Esta propuesta es una línea de continuidad que atraviesa a todas las generaciones de cineastas africanos. La principal preocupación para los cineastas africanos es examinar su realidad con sus propios ojos y describirla con autenticidad, explica Hans-Christian Mahnke.
El acceso a la independencia política viene asociado con la emergencia de producciones africanas y la puesta en marcha de una industria, ciertamente precaria, pero con capacidad de generar productos de reconocimiento internacional. Apenas una década después de que la mayoría de los países africanos accediesen a su independencia, las películas africanas comenzaron a llegar a mercados occidentales, siendo algunas producciones reconocidas en festivales y premios internacionales.
Del auge a la falta de espectadores
El año 1969 supone un punto de inflexión y abre una década de relativo éxito internacional del cine africano. En el citado año, se inaugura el Festival de Cine Africano (FESPACO) en Burkina Faso y se crea la Federación de Cineastas de África (FEPACI). Será en los siguientes años cuando las películas africanas sean reconocidas en el circuito cinematográfico mundial. En 1975, la película argelina Chronique des années de braise, de Mohammed Lakhdar-Hamina, se alzó con la Palma de Oro en el Festival de Cannes, convirtiéndose así en la única producción africana que ha conseguido este galardón hasta el momento. Un año más tarde, la marfileña La victoire en chantant (1976), dirigida por el francés Jean-Jacques Annaud, fue reconocida como mejor película extranjera por la Academia de Cine de Estados Unidos.
Estos hitos sacan a relucir la potencialidad del cine africano y ponen en relevancia a la primera generación de cineastas africanos. Dentro de este grupo destaca sobremanera el senegalés Ousmane Sembène, considerado el “padre del cine africano”, director de la celebrada, La Noire de…, en 1966. Otros autores importantes en los primeros años del cine africano son el mauritano Med Hondo, director del filme Soleil Ô (1969) y con una larga trayectoria como intérprete y actor de doblaje, y el beninés Paulin Soumanou Vieyra, director del cortometraje Afrique-sur-Seine, en 1955.
La siguiente tanda consolidaría la cinematografía africana en todo el mundo. Malian Souleymane Cissé se convirtió en el primer cineasta africano negro en competir en Cannes con Yeelen (1987). Además, se pueden citar otros directores como Abderrahmane Sissako, Mahamat-Saleh Haroun, Flora Gomes o Newton Aduaka; también mujeres, como la senegalesa Safi Faye, primera en dirigir una película comercial en 1975 titulada Kaddu Beykat.
A estos años de exposición y éxitos le siguió, en la década de 1990, una crisis. Desde entonces, la producción cinematográfica ha disminuido drásticamente en muchos países, incluso en algunos ha desaparecido de acuerdo con Forest. Frente a ello, encontramos los esfuerzos constantes de los festivales regionales por consolidar y dar a conocer obras, autoras y narrativas.
Ciertamente, más allá de los países mediterráneos, solo las industrias de Sudáfrica y Nigeria parecen estar plenamente consolidadas. De hecho, la industria nigeriana, Nollywood, superó a Hollywood a inicios de la década 2010 y se convirtió en la segunda industria cinematográfica mundial por volumen de producciones, solo por detrás de Bollywood, en India.
Uno de los principales problemas del cine africano a nivel de industria ha sido la escasa capacidad de exportación y distribución de películas. En general, los y las cineastas se han encontrado con los mismos problemas: falta de financiación, dificultades en la distribución y falta de audiencia por la ausencia de salas de cine en el continente. Los cineastas africanos han luchado por presentar a los espectadores sus propias perspectivas, ya sea por falta de financiación, por falta de posibilidades de distribución o por falta de espectadores locales ante la ausencia de salas de proyección en el continente.
La Unión Africana apuesta por el cine
Un actor clave en la difusión y exportación de películas africanas lo constituyen los festivales. Muchas obras se exponen en festivales tanto africanos como internacionales, dando lugar a una paradoja. A veces, estas películas no son del todo accesibles para los africanos en los países africanos, pero sí pueden disfrutarse en otras partes del mundo, aunque sea en circuitos restringidos. En este punto, entran en juego los nuevos hábitos de consumo y la emergencia de los medios digitales y las plataformas de streaming o productos bajo demanda que favorecen la circulación y difusión de productos en todo el mundo y, también, el consumo. Un ejemplo es la película Atlantique de la directora senegalesa Mati Diop, disponible a través de la plataforma Netflix, con la que obtuvo además el Gran Premio del Jurado en Cannes en el año 2019.
En paralelo, los expertos apuntan a un esfuerzo político, para legislar y también para impulsar la producción. La piratería sigue siendo un problema grave y la legislación debe actualizarse en ese sentido para brindar una mayor protección a los autores y las autoras en la defensa de sus derechos. Sin embargo, ningún Estado ha logrado establecer una verdadera política de desarrollo de la industria cinematográfica, a pesar de numerosas declaraciones de intenciones y algunos intentos.
Ante esta perspectiva, la Unión Africana lanzó en 2019 la Comisión Africana de Cine y Audiovisuales (AACC) como respuesta a una solicitud realizada por profesionales cinematográficos y audiovisuales del continente en el año 2003. La Comisión tiene como fin “coordinar el sector de la industria cinematográfica y audiovisual y garantizar que contribuya plenamente a la economía creativa del continente” y es responsable de la promoción del desarrollo y fortalecimiento de la industria cinematográfica y audiovisual africana. Además, entre sus funciones destacan la promoción de la investigación de la industria cinematográfica, la protección del material y el legado existente, contribuir a la popularización de la cultura cinematográfica entre la juventud y otras labores relacionadas con la cooperación interestatal, la financiación, la capacitación y asesoramiento de profesionales y la protección de los derechos de autor.
La misión de la AACC coincide con las preocupaciones de las nuevas generaciones de creadores. En 2018, en el marco del Festival de Cannes, la directora Wanuri Kahiu, comentaba lo siguiente: “Creo que ya es hora de que nos unamos y hagamos más colaboraciones panafricanas porque África occidental tiene una gran historia cinematográfica. Al igual que Egipto. Egipto tiene más de cien años de cine”.
El cine africano actual vive un nuevo contexto de crecimiento impulsado por el éxito de filmes como Tsotsi (Gavin Hood), District 9 (Neill Blomkamp) o Rafiki (Wanuri Kahiu). Al mismo tiempo, mantiene temáticas propias como la crítica a la colonización, los estereotipos sobre el continente y sus habitantes, y ha sido capaz de incorporarse a las nuevas tendencias como el afrofuturismo. Todo ello en un proceso liderado por directoras como la tunecina Kaouther Ben Hania (La belle et la meurte y El hombre que vendió su piel), Judy Kibinge (Something Needed) o Christa Eka Assam (Beleh) que auguran, como mínimo, otros 60 años más de cine africano.
Artículo editado por Paula Sancho.
Referencias
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